El Niño con Disrupción (24)

2018may


El niño-adolescente experimenta una vivencia que le domina. Tiene celos y establece una rivalidad con el hermano "perfecto", pues la hermana ya tiene su lugar (y es su única aliada). Esa rabia interna no comprendida, no aceptada, por el entorno, ni por él mismo, le lleva a establecer dinámicas negativistas desafiantes. Dinámicas de reto, altamente disruptivas, portándose como el niño malo que se cree que es, y que él proyecta en su autoafirmación de tipo negativo rebelde, de riesgo.

Mientras el entorno adulto no comprende la circularidad negativa mantenedora, se da persistencia por retroalimentación y refuerzo negativo de la conducta. Y él reexperimenta el rechazo, siendo confirmada su vivencia.

Nos desquicia y le reprendemos para educarlo, corregirlo. Pero él siente que no vale, que no se le quiere como "al otro bueno", atractivo, social. De este lado él: inadaptado, aislado, reservado. La contradicción tipo es que tiene graves dificultades de adaptación, y por otra parte es un perfil adaptado sumiso. Tomada la posición, "domina" (aparentemente) la situación; a la vez, no acaba de encontrar su lugar socio relacional.

Entender lo que está pasando, el mundo mental, la dinámica interna, así como la dinámica transaccional negativa, es esencial para eliminar-reestructurar esas conductas y vivencias.

El diagnóstico tendría que situarse en la línea del Negativismo-Desafiante. Pero, desde un enfoque comprensivo evolutivo situacional y mental transaccional, no se trata de buscar culpables, ni etiologías; sino de comprender para desarticular y generar un nuevo patrón interactivo modificador del curso estructurante.

Dado que se ha cristalizado ese patrón reactivo disfuncional, tanto interno como interaccional, lo normal será que los actores situacionales tiendan de forma habitual a esa circularidad. Incluso entendiendo está dinámica psicosocial. Una cosa es entender, y otra es ser capaz de no reaccionar a algo que nos supera y está totalmente automatizado.

Transacción cruzada desquiciante bidireccional expansiva. El menor está en un momento crítico evolutivo, de transformación y es víctima de una situación hiperestructurada de retroalimentación, dada esta circularidad establecida y la dificultad de eliminación de situaciones, episodios, explosiones por parte de la diada paterno-filial educativo-correctora ineficaz. A pesar de todos los esfuerzos e intentos de cambio, más o menos conscientes y deseados.

Cuando se dan todas las condiciones necesarias, es imposible la no activación disfuncional patológica, creándose estados alterados de explosión conductual, que confirman a unos y a otros la imposibilidad de cambio, en una proyección culpabilizadora.

En este caso se han establecido medios facilitadores para la corrección situacional, que se asientan sobre todo en la comprensión diagnóstica global, en la alianza fraterno terapéutica, en la alianza con responsables educativos que señalan la estrategia de desactivación de la nueva dinámica escolar, la ayuda farmacológica específica, incluso las crisis episódicas agudas que hacen ver que no es una cuestión de voluntad, que es algo que supera al menor y a sus cuidadores.

Lo normal dada la edad, la inteligencia, la personalidad del menor, y dado el estilo de reacción estructurado, es que en situaciones similares, se repita la dinámica. Una vez haya logrado un conocimiento suficiente del entorno, una vez que se sienta seguro, y dada la inevitable interacción con personalidades diversas y con rasgos estilos similares, que recuerdan, que se asocian al patrón funcional reciente, en la interacción pronto pueden activarse-reactivarse los patrones precedentes. Será una sincronía perfecta. Se dará la tendencia a reaccionar por similitud.

Salvo que los agentes educativos puedan disponer de una comprensión y aceptación diagnostica, y sobre todo la acción de un agente con autoridad que apoye la intervención a través de mecanismos de viabilización, como podría ser la elaboración de un informe que exija la puesta en marcha de un protocolo específico. Inevitablemente, se restablecerá la dinámica negativa.

Si a todo ello le sumamos la dificultad o rasgo impulsivo expresado en la tendencia del menor a lanzarse (a pesar de su introversión y reserva extrema), y las dinámicas obstinadas, persistentes-insistentes correctoras externas (autoritarias), ese es el caldo de cultivo perfecto para la construcción situacional que derivará inevitablemente en la explosión conductual aguda.

La inmadurez del menor, la ausencia de lenguaje, la complejidad de la situación, lo intolerable de ésta, su dureza, no hacen nada fácil el manejo terapéutico. Diríamos que es precisamente la ausencia de discurso explicativo, de relato y narrativa interna e interaccional la que hace que se imposibilite la gestión racional, mediada por el pensamiento (de ahí la impulsión). Luego se producirá negación, negativismo, resistencia para no venirse abajo, para no caer en picado asumiendo la dureza de la culpa. Cómo voy a ser yo el culpable (siento tan pequeño) de todos los males, de lo que está pasando. Solo queda desarrollar un mecanismo protector: tendencia de atribución externa, para no sucumbir en un estado depresivo.

Las conductas negativas que tanto asustan, cargadas de agresividad verbal simbólica y de contenidos realmente duros e intolerables desde el punto de vista de los valores, parecen un juego (perverso), pero lleno de sentido, desde la comprensión del caso. No parece que éste sea un niño malo que disfrute sádicamente, sino que juega simbólicamente para catalizar toda esa agresividad contenida, toda esa acumulación, y todavía activada, interacción autoritaria educacional. A través de ese "juego" es posible que sea capaz de "canalizar", más que catalizar, pues es juego, es simbólico, en él se gestiona la agresividad sin acto, por lo menos de una forma alternativa.

A pesar de todo esto, entendemos que no hay una estructura de creencia-cognitiva, ni de ausencia normativa, pues tanto la conducta observada como la relatada por familia, y allegados con competencia especializada, afirman de él que «es un niño bueno».

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