Narcisismo Familiar (28)
Familias narcisistas: fábricas de sufrimiento emocional
Las familias narcisistas son auténticas telas de araña. En ellas, parte de sus miembros, en especial los niños, quedan atrapados en los hilos del sufrimiento emocional. En estas dinámicas siempre hay alguien que antepone sus propias necesidades a las del resto, erigiendo así un poder absoluto. Este poder, en muchos casos, sirve para boicotear y manipular con un único fin: ser nutrido, reconocido y validado a todos los niveles.
Lo más característico es sin duda la existencia de un conjunto de reglas tácitas muy concretas que crecen en el seno de estos hogares tóxicos y por encima de todo, patológicos. Son normas que se alzan alrededor de una persona y donde al resto se les veta cualquier derecho, cualquier reconocimiento. Así, es común que los niños carezcan de acceso emocional a sus padres, se les ningunee y se les someta a un maltrato silencioso y permanente.
Por otro lado, es muy habitual que todo este tipo de dinámicas queden silenciadas para siempre en las ramas de nuestro árbol genealógico. De hecho, en el momento en el que el niño convertido ya en adulto logra por fin dejar ese entorno denigrante, es común que el padre, la madre o los dos lo califiquen de “mal hijo” por abandonarlos, por atreverse a cortar ese vínculo.
El hijo que vive o ha vivido en el seno de una familia narcisista no tiene fácil poder demostrar el abuso sufrido, la carencia emocional o el agravio psicológico sufrido.
Valería Savater 2017:
Las familias narcisistas son auténticas telas de araña. En ellas, parte de sus miembros, en especial los niños, quedan atrapados en los hilos del sufrimiento emocional. En estas dinámicas siempre hay alguien que antepone sus propias necesidades a las del resto, erigiendo así un poder absoluto. Este poder, en muchos casos, sirve para boicotear y manipular con un único fin: ser nutrido, reconocido y validado a todos los niveles.
Lo más característico es sin duda la existencia de un conjunto de reglas tácitas muy concretas que crecen en el seno de estos hogares tóxicos y por encima de todo, patológicos. Son normas que se alzan alrededor de una persona y donde al resto se les veta cualquier derecho, cualquier reconocimiento. Así, es común que los niños carezcan de acceso emocional a sus padres, se les ningunee y se les someta a un maltrato silencioso y permanente.
Por otro lado, es muy habitual que todo este tipo de dinámicas queden silenciadas para siempre en las ramas de nuestro árbol genealógico. De hecho, en el momento en el que el niño convertido ya en adulto logra por fin dejar ese entorno denigrante, es común que el padre, la madre o los dos lo califiquen de “mal hijo” por abandonarlos, por atreverse a cortar ese vínculo.
El hijo que vive o ha vivido en el seno de una familia narcisista no tiene fácil poder demostrar el abuso sufrido, la carencia emocional o el agravio psicológico sufrido.
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